¿Qué norma de pronunciación se debe enseñar?
¿Qué norma de pronunciación se debe enseñar? Virginia Díaz Oti
Si bien la pronunciación ya parece estar algo descuidada tras la adopción del Enfoque comunicativo[1], la elección de ortoepía que debe escoger el docente para su labor sigue siendo un punto de desacuerdo entre los profesionales de la enseñanza de ELE. Pero, además, la cuestión de la pronunciación adecuada que debe recibir el aprendiente debe establecer primero una definición unánime de lo que se entiende por norma y, para ello, tampoco hay un consenso claro. Por otro lado, la definción de norma viene íntimamente ligada a la de lengua y habla y según las escuelas y teóricos las definiciones son más o menos abstractas[2], además de que tampoco hay acuerdo sobre el concepto de lengua estándar[3]. De esta forma, posicionarse a favor o en contra de una mejor opción normativa resulta arriesgado.
Pese a no referirse explicitamente a la norma de pronunciación, parecen coexistir dos visiones estables de la idea de norma: norma como variedad o conjunto de variedades estándar, es decir, las de la mayoría, las más extendidas a nivel diatópico, diafásico y/o diastrático; y norma como “modelo ejemplar” o prescriptivo, es decir, como referente del uso más adecuado y prestigioso. En este sentido, el docente se encontrará siempre frente a una amplia variedad de “normas lingüísiticas”[4] que incluirán diferentes “acentos” o “tonadas”[5], habida cuenta de la extensión geográfica y el número de hablantes de español. No podemos pasar este punto sin atender al concepto de norma que propone Coseriu[6], quien, tras hacer una comparativa de las definiciones aportadas por otros entendidos (Malmberg, Trubetzkoy, Martinet o Hjelmesev, y basadas con más o menos divergencias y opociciones en Saussure), se propone atender a qué se dice, más que a indicar qué se debe decir, y establece que los fonemas son parte del sistema (sistema funcional) mientras que las variantes (entendamos alofónos) suponen la norma (realización normal), la realización normal del sistema; las variantes tienen a su vez distintas realizaciones, individuales y ocasionales, que se insertan en el hablar concreto, en los actos lingüísticos. La complejidad de la pronunciación no se limita sólo la correcta realización y distinción fonológica de los fonemas, sino también la realización de los alófonos, -que están condicionados por el contextos consonánticos de la sílaba en la que se encuentran-, y otros elementos suprasegmentales como el ritmo y la entonación, que carecen también de normativa lingüística y podría decirse que dependen más bien de la dicción del propio hablante.
Tanto si entendemos la norma como “modelo ejemplar” o prescriptivo como si la entendemos como la realización normal del sistema, habría siempre que considerar, por un lado, los rasgos fonético-fonológicos del propio docente, que son los que tenderá a transmitir al grupo de aprendientes, ya que no sería natural que éste imitara un acento o
tonalidad que no realiza espontáneamente[7] y ello podría incluso transmitir inseguridad o desconfianza al aprendiz; y por otro, los rasgos fonético-fonológicos del ámbito
geográfico en el que se está impartiendo la lengua[8], es decir, el contexto y el espacio
concretos donde se va a desarrollar el proceso de enseñanza-aprendizaje; así como el
medio o la realidad inmediata donde el aprendiz necesitará y utilizará lo aprendido, ya
que éste se encontrará en su vida diaria y en su vida académica con las diferentes
variedades de pronunciación.
En cuanto al establecimiento de una norma, el Plan Curricular del Instituto Cervantes
señala que “para desarrollar las especificaciones de los inventarios se parte del
español peninsular central-septentrional y se incluyen especificaciones sobre otras
variedades del español”[9]. La norma de la variante peninsular central-septentrional es,
quizá, la que más tiene en cuenta las diferentes realizaciones fonetico-fonológicas y
hace, en general, una distinción y/o conservación más rigurosa de algunos fonemas: no
sesea, no cecea, no neutraliza /r/ y /l/, no aspira /h/, /j/ o /s/ final, no pierde /b/ y /d/ en
posición intervocálica… El uso de esta norma puede resultar también más eficaz para
que el alumno establecezca la relación adecuada entre los sonidos que escucha y los que
después lee y escribe[10] porque es la que más fielmente refleja la norma gramatical y la
correspondencia real entre fonemas escritos y su realización oral, por tanto, creo que
puede ser ser la más eficaz para el correcto desarrollo de la competencia lecto-escritora.
Sin embargo, esta variante no es la norma de pronunciación más extendida si tenemos
en cuenta la distribución geográfica de la hispanofonía. El aprendiente debe conocer la
existencia de las demás variedades o variantes, distinguir las diferentes realizaciones
fónicas y ser capaz de “usar la competencia fónica de la L2 de una forma eficiente en
situaciones reales de comunicación”[11], por lo tanto tendremos que tratar de preveer esas situaciones reales de comunicación a las que se enfrentará el aprendiente y adaptar
cuando sea necesario nuestros recursos a esas necesidades reales. Los contenidos y
evaluaciones de PCIC desde el nivel B1 incluyen ya las variedades diatópicas y por
tanto, las variedades de pronunciación.
Para escoger una norma “mas adecuada” de pronunciación en nuestras clases primará,
en primer lugar, la normal de pronunciación del docente, que puede de alguna forma
intentar estandarizar pero no modificar; en segundo lugar, las necesidades del grupo de
aprendices en función del contexto geográfico en que se encuentren, es decir, que en
EEUU sería apropiado introducir las particularidades fonéticas del español de México, y
en Brasil, aquéllas de español de Argentina, por ejemplo. De manera personal, en España lo más conveniente, creo, sería transmitir la norma del español peninsular
central-septentrional como indica el PCIC ya que, por una parte, es la norma de la que
yo, como docente, hago uso, pese a que, como residente en la zona sur de Madrid,
puedo alternar sin querer con algún ragos fonético meridional. No sería natural que
imitara otro acento o tonalidad diferente, sin embargo, como la lengua que enseño
abarca variantes muy extendidas a nivel oral en su entorno inmediato e igualmente
aceptadas, mi formación deberá incluir el conocimiento de los rasgos de esas variantes[12] y los contenidos de la programación de mis clases incluirán, enseñe en EEUU o en Brasil, actividades creadas o adaptadas que muestren ejemplos reales y contextualizadosvde registros orales y/o visuales de esas variedades de pronunciación para que el aprendiz “sea consciente de la existencia de los fenómenos relacionados con la competencia fónica”[13], se familiarice con ellos y adquiera las destrezas necesarias para su integración, lo cual no implica su uso y producción pero sí su aceptación y
reconocimiento como distintas realizaciones de una misma lengua.
[1] Iruela A., “Principios didácticos para la enseñanza de la pronunciación en lenguas extranjeras”, p. 2.
[2] Cf. Coseriu E., “Sistema, norma y habla”, pp.4-22.
[3] Hernández Alonso C., “¿Qué norma enseñar?”, punto 1.
[4] Tal y como prefiere denominar Hernández Alonso C. Cf. íbid.
[5] Ahumada G., “La enseñanza de la pronunciación en ELE: Una asignatura pendiente”, p. 36.
[6] Cf. pp. 36-41, en las cuales se centra en la distinción de los conceptos sistema, norma y hablar particularmente referidos a los aspectos fonético-fonológicos.
[7] Así lo ve también Llisterri, “La enseñanza de la pronunciación”, p. 94.
[8] “Los alumnos de ELE reciben en clase la norma que usan sus profesores, y la que habla la comunidad del país donde estén inmersos”. Ahumada G., “La enseñanza de la pronunciación en ELE: Una asignatura pendiente”, p. 38.
[9] Introducción general.
10 Cf. las misma idea en Villaescusa Illán, I.; “La enseñanza de la pronunciación en la clase de ELE”, p.
130.
11 Iruela A., “Principios didácticos para la enseñanza de la pronunciación en lenguas extranjeras”, pp. 7-8.
12 Villaescusa Illán, I.; “La enseñanza de la pronunciación en la clase de ELE”, p. 130
13 Iruela A., “Principios didácticos para la enseñanza de la pronunciación en lenguas extranjeras”, pp. 7-8.
BIBLIOGRAFÍA:
- AHUMADA, G.; “La enseñanza de la pronunciación en ELE: Una asignatura
pendiente”. Université de Montréal. Faculté des Arts et des Sciences, 2010.
- COSERIU E., “Sistema, norma y habla”, ampliación de una comunicación leída en el
Centro lingüístico de Montevideo. 1952. En: http://www.romling.uni -
tuebingen.de/coseriu/publi/coseriu8.pdf
- HERNÁNDEZ ALONSO, C.; “¿Qué norma enseñar?”. II Congreso Internacional de la
lengua española. Valladolid, 2001. En CVC: -http://cvc.cervantes.es/obref/congresos/valladolid/ponencias/unidad_diversidad_del_esp
anol/1_la_norma_hispanica/hernandez_c.htm#nota_6
- IRUELA, A.; “Principios didácticos para la enseñanza de la pronunciación en lenguas
extranjeras”. En: Marco ELE. Revista Didáctica, 2007.
- LLISTERRI, J.; “La enseñanza de la pronunciación”. Revista del Instituto Cervantes en
Italia 4, 2003.
- PLAN CURRICULAR DEL INSTITUTO CERVANTES: Introducción general. 2006.
- VILLAESCUSA ILLÁN, I.; “La enseñanza de la pronunciación en la clase de ELE”,
pp.127-145. En: I Congreso de Español como Lengua Extranjera en Asia-Pacífico.
Manila, Filipinas, 2009.
16 de junio de 2020