El poder de las palabras en el aprendizaje
Los seres humanos tenemos el poder de construir o destruir a través de nuestras palabras y actos. Por lo tanto, mi actitud como líder puede ser una herramienta de avance en el aprendizaje del otro; o por el contrario, puede llevarlo al desánimo, pesimismo, falta de confianza en sí mismo, y en el peor de los casos, hasta a abandonar su proceso. En consecuencia, los ambientes de trabajo que creemos son definitorios para quienes quieren aprenden de nosotros y para nuestra vida en general.
Algunos años después de haber abandonado la academia, recuerdo uno de los empleos más significativos y en el que permanecí más tiempo. Fue un proceso muy largo, pero satisfactorio, ya que no solo crecí como profesional_ por los retos que enfrenté enseñando a nivel de pregrado_ sino como persona, teniendo que demostrar muy a menudo mis capacidades para lograr ser asignada en las áreas para las cuales llevaba preparándome casi toda una vida.
El proceso fue tan desgastante, que perdí algunos kilos y gané una buena gastritis y colon irritable, no solo por los horarios que solían ser muy variados y se cruzaban constantemente con aquellos de los alimentos, sino por algunos enfrentamientos generalmente “diplomáticos” para lograr asignaciones en mis áreas de competencia.
Y si bien es cierto que logré superar los obstáculos, y obtener las asignaciones que merecía, creo que mi retiro en parte se debió a que terminé con el síndrome del “bornt out”. El ciclo había terminado y era hora de emprender un nuevo proyecto.
Así que después de abandonar la academia, realizaría otros trabajos que comprendieran mis áreas de conocimiento, pero con otras características. Dicho reto implicó cambios de ciudad, de horarios, de costumbres, lo cual tampoco era fácil, porque representó salir totalmente de mi “zona de confort”.
Y aunque los horarios de trabajo eran mucho más apretados, y era un sistema totalmente distinto al anterior, hubo algo que justificaba esta vez mi interés por aprender y ser mejor hasta alcanzar adaptarme: la “autoestima laboral” que había recuperado, y la confianza, respeto y apoyo que demostraban mis jefes y colegas.
Llegué a una empresa donde mis talentos y mi experiencia fueron valorados y reconocidos permanentemente y desde el comienzo; además, tenía acompañamiento permanente, se me miraba a los ojos para reconocer mis aciertos o desaciertos, y podía aspirar a crecer a nivel laboral, aunque todo representara un reto constante.
A partir de esta experiencia, considero que cuando queremos ser proficientes en cualquier proyecto que emprendamos_ pero en especial en nuestra labor de enseñanza/aprendizaje_ hay algunos aspectos que debemos cuidar para obtener mejores resultados en nuestros procesos y, obviamente, para sentirnos satisfechos y alcanzar nuevos propósitos:
- Animar al otro a prender. Sin duda alguna, si alguien ha decido tomar clases de lengua y nos ve como su mejor opción, es porque tiene algún tipo de motivación para hacerlo y encuentra en nosotros un buen aliado para lograr su objetivo.
- Expresiones como “muy bien”, “felicitaciones”, “es una muy buena idea”, “podemos mejorarlo”, “animo”, “excelente”, “sé que puedes hacerlo/eres capaz”, "puedes hacerlo de manera distinta", o " no es acertado, pero te propongo...", etc, pueden hacer la diferencia en una clase e incluso cambiar las circunstancias de una persona.
- Un docente sin paciencia es como un auto sin motor.
- Respeto por el otro y sus limitaciones. No todos aprendemos de la misma manera, ni al mismo tiempo. Existen muchos tipos de inteligencia y aprendizaje. Hay que encontrar salidas adecuadas y constructivas a las limitaciones de cada uno.
- No basta con decirlo, el gusto por apoyar a quien aprende se demuestra con hechos. Por ejemplo, la preparación de una clase, el material para orientarla, la creatividad. Además, el lenguaje corporal habla por nosotros (como nuestros gestos) y demuestra nuestra disposición a compartir conocimiento y nuestra comodidad con la clase o lo contrario.
- También debemos considerar que “el otro”, aunque esté en proceso de aprendizaje, sin duda alguna tendrá mucho que aportar desde su cultura, áreas de conocimiento y experiencia.
- No solo debemos ser amables y motivadores con nuestras palabras a la hora de reconocer los logros, aciertos o desaciertos del estudiante, también es fundamental que quien aprende tenga una buena actitud hacia la clase. Esto puede ser constructivo o destructivo para quien la orienta.
- A veces un aprendiz tímido, negativo o inseguro solo necesita un poco de confianza o interés por parte del orientador para demostrar su potencial y avanzar.
- Incluso de las malas experiencias se aprende.
- Un docente de corazón, ve y va más allá del dinero.
- Finalmente, recordemos que “un cliente satisfecho atrae más clientes”.
Como dice el Dr. Mario Alonso Puig, “en todo ser humano hay grandeza”, y por lo tanto, capacidades, necesidades. El reto es buscarlas y explotarlas.
2020年1月20日