EL ORIGEN DE LA Ñ
La ñ es un sonido palatal nasal que no existía en latín. Surgió con la evolución de las lenguas romances. Entorno al siglo IX, se establecieron varios modos de trascribir dicho sonido.
En aquella época, los monjes eran prácticamente los únicos en conocer la lectura y la escritura. Cada uno elegía el modo en el que transcribir el sonido ‘ñ’ (/ɲ/), ya que no había un consenso sobre cómo hacerlo. Incluso, en un mismo manuscrito, se podían encontrar varias de estas formas.
Los modos de transcribir el sonido /ɲ/ eran cuatro: ‘gn’ (adoptados hasta hoy por el italiano y el francés), ‘nh’ (adoptada por el portugués), ‘ni’/ ‘ny’ (empleada en catalán) y ‘nn’.
Visto que los manuscritos eran muy caros y los monjes tardaban mucho tiempo en elaborarlos, algún monje encontró una solución para ambos problemas. Decidió decantarse por la ‘nn’ y, además, dispuso estas dos letras una encima de la otra: una ‘n’ más grande y otra pequeña encima, llamada virgulilla.
La virgulilla se usaba en muchos casos encima de las vocales geminadas, es decir, las vocales que era dobles (con la finalidad de no escribirlas dos veces). En el castellano actual, la única virgulilla que ha permanecido ha sido la de nuestra querida y particular letra eñe.
En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio optó por la grafía ‘ñ’ como la mejor forma de reproducir este sonido, y así lo determinó en su reforma ortográfica para fijar las primeras normas de castellano. En 1492, Antonio de Nebrija la incluyó en la primera gramática del castellano.
Dicho esto, es interesante aclarar que la ñ no es exclusiva del castellano, sino que se encuentra también en otros idiomas: asturiano, aimara, bretón, bubi, gallego, chamorro, mapuche, filipino, quechua, iñupiaq, guaraní, otomí, mixteco, kiliwa, o’odham, papiamento, rohingya, tagalo, tártaro de Crimea, tetun, wólof, euskera y zapoteco.
¡Qué historia tan fascinante, la historia de la eñe!
٩ تموز يوليو ٢٠١٨