La Candelaria
A inicios de enero les escribí un artículo sobre la Rosca de reyes en México y ahí prometí hablar sobre los tamales del 2 de febrero y la fiesta de la Candelaria. Pues henos aquí.
La próxima semana, muchas familias y grupos de amigos mexicanos nos reuniremos en la casa de aquél a quien le tocó el niño dios en la rosca. Él o ella deberá ofrecer tamales y atole a los invitados. Todos iremos muy contentos a cerrar, no con muy buen ánimo, los festejos que iniciamos en diciembre.
Lo de los tamales y el atole es ya algo bastante bueno, pues los sabores de ambos son tantos que todos salimos satisfechos. Pero algunas familias, la mía no, por ejemplo, respetan la parte más religiosa de la fiesta de este día: llevar al niño dios a la Iglesia.
Los mexicanos viven el catolicismo impregnándolo de su estilo y de otras creencias particulares. En este día, cuando llevan a bendecir al niño dios de cerámica, se evidencian muchas de esas particularidades. El niño dios puede ser pequeñito, como de unos 5 cm, o más grandecito, como de 50 cm; en casa hay que vestirlo como un bebé, como algún santo al que la familia sea devoto, como alguno que haya concedido algún favor o como algo sobre lo que se esperen bendiciones especiales. Como esta fiesta religiosa no escapa a los intereses y a la picardía del mexicano, vemos varios niños Jesús con el uniforme de la selección, para pedir ayuda divina en los partidos internacionales que vienen o para agradecer la recibida en los partidos pasados.
El resto del año, la figura del niño dios se queda en algún lugar seguro de la casa para evitar que se rompa. En la siguiente navidad será arrullado durante las posadas y recibirá ropa nueva en el siguiente febrero.
1 de febrero de 2019